“Nadie da lo que no tiene” que verdad tan profunda contiene esta frase de la sabiduría popular, recogida en el evangelio de S. Lucas. Si un buen cristiano, como intentamos serlo todos los hermanos del Baratillo, no actualizamos nuestra  formación, nos será muy difícil acercar a otras personas al Señor, a nuestros titulares, ya que como dice el Evangelio “un ciego no puede guiar a otro ciego”, y sin la formación nos faltaría ese algo, esa luz para dar ¿Cómo dar alegría, si no somos alegres? ¿Cómo anunciar a Jesús en cada acto de hermandad, cada miércoles Santo, si no lo conocemos?.

Para poder dar razón de nuestra fe y para vivirla con autenticidad necesitamos primero conocerla y estar convencidos de ella. Para ello no basta con la catequesis que hemos recibido de niños, en la Primera Comunión e incluso en la Confirmación. A la edad adulta corresponde una fe adulta, y esto sólo se logra con la oración y con una formación permanente que intentaremos ir consolidando en nuestra hermandad.

El Papa Francisco nos decía al principio de su pontificado: “Cada cristiano es misionero en la medida que da testimonio del amor de Dios. ¡Sed misioneros de la ternura de Dios!”. Y a los cofrades recalcó que “los miembros de las cofradías y hermandades han de ser, pues, auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean «puentes», senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él”.