PINACOTECA
Fue realizado por el artista Sebastián Santos, del círculo Murillo, y comprado por la Hermandad en el año 1700.
Óleo sobre lienzo con bastidor de madera de 258×155 cm., terminado en la parte superior en arco de medio punto para encajar en el altar mayor, que talló el maestro Juan Fernández de la Iglesia.
Se encuentra colocado actualmente en el lateral izquierdo de la nave de la capilla de la Piedad, según se mira al altar, y frente al cuadro de la Virgen del Carmen.
Representa el misterio de la Piedad. Cristo descendido de la Cruz y colocado sobre el regazo de su Bendita Madre, junto con los santos Varones, las Marías, dos angelitos (uno de ellos llorando y el otro atendiendo al Cristo). La postura del descendido es muy parecida a la representada en “La Piedad de San Vicente y San Miguel”, de la Catedral de Sevilla. Cruz arbórea, de color verde portando el I. N. R. I., las dos escaleras hacia el espectador. El fondo fabricado en gama de grises aporta tenebrosas al dramatismo de la composición.
Muestra un buen estudio anatómico de la figura del Señor, rostro sereno y amplio sudario blanco bien distribuido. La Virgen, con la mirada perdida y serena desconsolación, lleva los colores azul, rojo y blanco en sus ropas, tan del gusto de la época.
Sigue el modelo iconográfico que diseñó Van Dyck (pintor barroco flamenco, y alumno de Rubens) en su grabado de la Piedad.
Fue restaurado en el año 2002 por el prestigioso Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, con la especialidad de Conservación y Restauración de obras de arte, el sevillano D. Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
En el año 1993, con motivo de conmemorarse el Tricentenario de la Fundación de la Hermandad, fue colocado en la hornacina del retablo Mayor, tal cómo se encontraba tres siglos antes, para la Función Solemne que se celebró con tal motivo. En la actualidad, se viene colocando en el mismo lugar en algunas ocasiones.
Anónimo, óleo sobre lienzo con bastidor de madera de 225×150 cm., terminado en la parte superior con arco de medio punto para encajar en el altar que hoy ocupa María Santísima de la Caridad en su Soledad. Se encuentra colocado en el lateral derecho de la nave de la capilla de La Piedad, según se mira el altar, y frente al cuadro fundacional de La Piedad.
De estimado valor artístico, representa a la Virgen María cómo Reina del Carmelo con corona, hábito marrón carmelita y manto blanco unido al pecho por el escudo de la orden; los brazos abiertos con un escapulario en cada mano y el pie izquierdo sobre una nube blanca figurando (según Elías) la fecundidad de la Madre de Dios. Su rostro es bello, sonriente, angelical e ingenuo, mirando al espectador.
Muestra ocho cabezas de ángeles que la rodean al estilo de Murillo, y dos cabezas de mujer y hombre, que representan ánimas del purgatorio. Nuestra Señora del Carmen no mantiene en su regazo al Niño Jesús, tan común en esta advocación. El fondo está fabricado con ocres, anaranjados y grises.
Fue restaurado en 2001 por el taller Serbal.
Es un óleo sobre lienzo obra del artista Bernardo Lorente Germán. Está reintegrado con bastidor de madera de 292×196 cm., con travesaño central y lateral a modo de refuerzo. Actualmente el cuadro se encuentra situado por encima del altar del Santísimo Cristo de la Sangre.
La Santa Cena tiene una composición trapecio o en pirámide truncada, que guía la profundidad de la obra hasta la oscuridad del cenáculo tras el Cristo que bendice la Hostia sobre un cáliz. San Juan recostado sobre el Maestro; el resto de los discípulos se pregunta sobre “el traidor” anunciado, utilizando un recurso para introducir al espectador en la escena cuando dos de los apóstoles se giran, nos miran y nos invitan a participar de lo que allí ocurre (recurso muy utilizado por Sorolla).
La luz recae sobre el primer plano de la mesa repartiéndose gradualmente sobre las figuras y la estancia rematada con columnas y paisajes con luna.
Para equilibrar la composición Bernardo Lorente nos regala un excelente bodegón, muestra de la facilidad que tenía para mostrar elementos cotidianos.
Fue restaurado en el 2000/2001 por Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Manzano Beltrán, limpiando el cuadro del hollín que acumulaba por el humo de las velas, retirando el barniz y el espacio deteriorado (color oscuro para veladuras del que abusó el autor en algunas de sus obras), reponiendo y consolidando la capa pictórica.
Óleo sobre lienzo con bastidor de madera de 104×119 centímetros, de autor anónimo. Actualmente se encuentra situado en el lateral izquierdo del crucero, según se mira al altar del Cristo de la Sangre, por encima de la escalera del púlpito.
Se trata de una obra que tuvo relevancia en el Barrio del Arenal, ya que se encontraba situado a la intemperie en una hornacina en la confluencia de dos importantes calles: Adriano con Antonia Díaz. Su autoría puede datarse en el primer tercio del siglo XVIII.
La obra representa un Señor con la cruz a cuestas en una de las caídas, con Simón el Cirineo y un sayón que se burla de ellos. El Cristo, curiosamente, viste una túnica de color azul baratillo, y lleva una soga al cuello; con la mano derecha abraza la cruz arbórea y la izquierda la apoya sobre una roca; la cara mira al espectador y lleva corona de espinas.
El cirineo, anciano, con barba blanca y semblante tenso, con ropón rojo; el sayón, grotesco, con ropón gris.
El fondo dividido en dos para buscar volumen y profundidad en la composición, jugando con la intensidad lumínica de las figuras. Sombras tostadas y naturales en la parte superior y grises con ocres en la inferior.
Óleo sobre lienzo con bastidor de madera de 88×155 centímetros, reentelado. Esta obra de autor anónimo se encuentra situado en el despacho del Hermano Mayor, en la Casa de Hermandad.
La obra representa a Cristo azotado, muy ensangrentado, desatado de la columna, en cuclillas y con una rodilla sobre el suelo (mármol blanco y negro), con sudario blanco, buscando, la túnica o capa púrpura para cubrirse por pudor. El color púrpura es símbolo de sacrificio, esfuerzo y, sobre todo, de la Sangre Divina de Cristo.
El fondo es neutro, fabricado en gamas de ocres con la curiosidad de tener en el margen superior izquierdo una especie de postiguillo de ventana, como artificio para equilibrar la composición, o bien como disimulo de algún desperfecto posterior. Sobre el suelo, que se encuentra ensangrentado, encontramos una columna muy peculiar en sus formas.
La anatomía del Cristo no es fruto de un estudio del natural, y un cuajarón de sangre parte de su costado; su cara desprende serenidad y santidad.
Sin duda, se trata de una interesante obra que sigue los modelos iconográficos que pintaron en España: Navarrete, Juan de Roelas, Pacheco, Zurbarán, Alonso Cano, Murillo, etc.
En la década de 1990 fue restaurado por una hermana de la corporación, y se encuentra en perfecto estado de conservación, con una terminación en barniz satinado que le da frescura.
Óleo sobre lienzo, de autor anónimo, con un bastidor de madera con refuerzo en el centro. Tiene un parche de lino de 24×19 cm., que ocupa la parte posterior izquierda fruto de una antigua restauración. Su estado de conservación es bueno y no se aprecia firma ni autoría, estimándose de finales del siglo XVIII. Se encuentra situado a la derecha del altar de María Santísima de la Caridad en su Soledad, bajo el arco que da acceso a las dependencias de sacristía, junto a la puerta del salón de la Santa Cruz.
Se trata de una pintura de medio cuerpo con las manos entrelazadas, retratada con rostro joven con sereno dolor místico; su mirada se pierde en el cielo, como si se posara sobre el rostro de su hijo clavado en el madero.
El dolor está representado por un solo puñal que reposa sobre su corazón sin tocar sus ropas. Lleva túnica de color rojo, tocado blanco y manto de color azul, colores tradicionales en esta iconografía, y tan queridos en la corporación del Baratillo. El fondo es de color neutro, muy oscurecido, ante el que posa la Señora.
Óleo sobre lienzo con bastidor de madera de 85×60 centímetros, con travesaño central a modo de refuerzo, restaurado y reentelado con un magnífico estado de conservación, aunque es de autor anónimo. Por su estilo pictórico parece gótico. Sus ángeles son totalmente barrocos e inspirados en Murillo, por lo que se intuye que la realización puede ser de finales del siglo XIX.
Este cuadro pudo ser parte de un antiguo “simpecado”, reconvertido en obra para colgar al finalizar su uso procesional, no existiendo en la Hermandad dato alguno sobre esta curiosa representación que se conserva para disfrute del espectador.
Este cuadro se halla situado junto al altar del Cristo de la Sangre, a la derecha según se mira.
La pintura representa el Misterio de la Piedad, en su pura expresión: Cristo descendido de la Cruz, sobre el regazo de su Bendita Madre; la Cruz con sudario y el I. N. R. I., sin más.
Es curiosa la ausencia de sábana. El Cristo está deliberadamente posado sobre la túnica de color blanco de su Madre, vestido con sudario de pureza. Ella con manto azul muy oscuro, casi negro.
Cristo se muestra con el brazo derecho tendido al suelo y el izquierdo sobre el regazo de María. Su cara de frente al observador, las piernas flexionadas con la derecha reposando sobre la izquierda. Sólo en esto último cambia en nuestra representación actual; también la postura de la Virgen, con la cabeza levemente inclinada sobre su hombro derecho, es similar a la actual composición de nuestro paso de misterio. Acompañan al “misterio” dos ángeles llorando, cinco cabezas aladas bien dispuestas sobre una nube gris, y dos conjuntos de tres cabezas aladas a la derecha e izquierda y bajo los brazos de la cruz; todo esto queda enmarcado con una cortina escarlata sobre un fondo en tonos sienas y grises.
La Señora lleva ráfaga dorada sobre su manto, corona real y, sobre su pecho corazón con siete puñales.
La obra (MC de Remos), representa a la patrona de Cuba y de Sanlúcar de Barrameda, en el momento de su aparición a tres esclavos en 1612. La Virgen aparece con vestido blanco, capa celeste corona real y la luna a sus plantas.
Se trata de una pintura contemporánea, de corte costumbrista a modo de exvoto, colorista y descriptiva. Predominan los colores azul ultramar en el cielo junto con malvas, ocres y blanco, y el mar tocado con azul Prusia. Normalmente, a esta representación le acompañan dos ángeles que portan su nombre.
Inmaculada de porte manierista, siguiendo con las indicaciones de Pacheco. De autor anónimo y sin datar, probablemente de finales del XVIII.
Tiene sobre su cabeza las doce estrellas, vestida con túnica blanca y azul, ojos mirando a las alturas, manos en oremos y pisando la media luna.
Los angelitos niños, cuatro a sus plantas, portan atributos a su inmaculada concepción, los epítetos de María en las letanías y cuatro cabezas aladas arriba.
Está pintado sobre fondos en tierras sombras tostadas, natural y ocres.