Lectio Divina: Solemnidad de la Encarnación (Lc 1, 26-38)

 LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DE LA ENCARNACIÓN. (Lc 1, 26-38)

Queridos hermanos:

 

En estos días en los que estamos viviendo esta situación que tano nos está haciendo sufrir, en medio de este tiempo de cuaresma, en el que estamos llamados a una conversión profunda del corazón, y de la mano de María, os invito a que podáis hacer un momento de oración con el texto evangélico que hoy la Iglesia proclama en este día de la Solemnidad de la Encarnación. Os invito a hacer esta oración a través del método de la Lectio Divina, método de oración muy antiguo y que nos ayuda a poder profundizar en el sentido del texto con el que queremos orar.

Pidiéndole a nuestros Sagrados Titulares que todo esto que vivimos termine y que os protejan, ponemos en sus manos a todos aquellos que nos ayudan a que esta circunstancia termine cuanto antes. Os invito a que tengáis presente en vuestra oración a todos los sanitarios, a sus familias, así como a todos aquellos que sufren la enfermedad y los que han fallecido a consecuencia de la misma.

1.- Nos ponemos en la presencia del Señor: STATIO.- Disposición interior.

Antes de entrar en la lectio en sí, necesitamos prepararnos interiormente. La oración no es algo mecánico, ni tampoco algo nuestro. Oramos en la conciencia de que es el Espíritu Santo quien nos guía y enseña. Surcamos los terrenos de Dios. La oración es don y una gracia que hay que pedir. Por eso, nos situamos ante el Señor sabedores de nuestra pobreza y nos presentamos ante él con un corazón humilde y abierto a las mociones del Espíritu, que nos conduce por el camino por el que Dios quiere encontrarse con nosotros. Es momento para vaciarnos de nosotros, momento para desear lo que Dios quiere para nosotros, momento para pedir la gracia de la oración, la gracia del deseo de Dios, la gracia de dejarnos por él, la gracia de la primacía de Dios en nuestra vida. Piensa ante quien estás y gusta su mirada de misericordia y de ilusión por ti, por tu vida, por todo lo que ha pensado para ti.

Saliendo de nosotros, de lo que nos pasa, lo que nos preocupa, etc,. seremos capaces de poder hacer silencio interior. Nuestra atención y nuestro corazón apuntan siempre al más de Dios. En él se encuentra nuestra paz, Date tiempo para entrar en la oración. Las cosas de Dios vienen por gracia… y necesitan un corazón abierto y atento. Hoy quiere que le dejes tu barca, quiere entrar en tu vida.

  •  Invocamos la presencia del Espíritu Santo…

Ven, Espíritu Santo,

Ven, e inspírame siempre.

Envíame la sabiduría que procede de Tí.

Dame, Señor y dador de vida,

los dones que me ayuden a clarificarme:

lo que debo pensar,

cómo debo orar,

lo que debo decir y cómo

lo que debo esperar y cómo

lo que debo exigirme,

a lo que debo renunciar,

por lo que debo optar.

y cómo buscarte para que haga en este tiempo de adviento,

siempre y en todo tu voluntad.

 

2.- LECTIO: ¿Qué dice el texto?

Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María, Y, entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él sera grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.” María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le respondió:”El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.” Dijo María:” He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.” Y el ángel, dejándola, se fue.

3.- MEDITATIO.- ¿Qué me dice a mi esta palabra, ahora, en mi momento actual?

  • Al sexto mes envió Dios… a una virgen”.

La llamada de María tiene lugar en el transcurso de un diálogo cercano, transparente, íntimo con el Señor. Dios sale en busca de la mujer sencilla y dócil, de aquella que se hará disponible por completo al deseo de Dios para ella. El amor es mucho más que palabras. El amor percibido en una mirada profunda y llena de ternura, hace que el corazón de quien la recibe no pueda sino ponerse al servicio de aquel que, mirando así, ya está poniendo de manifiesto lo lo que está dispuesto a hacer por ella. La oración es encuentro amoroso que nos orienta a la plenitud.

María es aquella que vive buscando siempre la voluntad de quien ama. El tiempo de cuaresma es ocasión para prolongar, para profundizar más en nuestra oración. A eso nos anima también la Iglesia. De la viveza, la perseverancia y la profundidad de nuestra oración depende la frescura de nuestra respuesta. Examinar la oración nos ayuda ser conscientes de cómo Dios se va asomando a nuestra vida, de cómo va dirigiendo lo que Él tiene pensado para ti.

¿Doy todo el tiempo que realmente necesito a mi oración, al encuentro personal y “de corazón a corazón” con el Amado?

De nuevo, en esta cuaresma, el Señor vendrá a iluminar, a acoger, a transformar, a mirarte con deseo y esperanza. Nunca impone, respeta nuestra libertad, pero ofrece, sin duda, la plenitud para nuestra vida.

¿Cómo me encuentro en este momento de mi vida? ¿Con qué disponibilidad me sitúo para vivir este tiempo de gracia?

  • “Y, entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

La confianza de quien sigue al Señor es la de quien sabe que se encuentra en el camino auténtico porque experimenta, ante todo, alegría. Alegría, serena e interior, porque la propia vida tiene un sentido, porque somos conscientes de quiénes somos y qué es lo que necesitamos, porque tenemos una misión apasionante, porque a pesar de las dificultades y oscuridades, sabemos que el Señor, desde que nos ha llamado, ha posado su mirada en nosotros y nos ha invitado a estar siempre alegres en Él y buscar nuestras alegrías únicamente en las cosas que tienen que ver con Él y nos hacen permanecer en su amor. Los momentos de mayor alegría siempre tienen que ver con la presencia de Dios en nuestra vida.

La alegría es fruto del deseo de Dios de encontrarnos, que se cumple en la necesidad que nosotros tenemos de Él. ¡Necesitamos sentido, esperanza, apoyos consistentes y verdad para nuestra vida! Alégrate también tú porque tu felicidad no está en nada que tengas que hacer, sino en que Dios ha venido a buscarte y te ha ofrecido un plan con el que vibrarás para siempre. Nuestra alegría es Dios, su promesa, su fidelidad.

  •  “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios…”

La mayor gracia que podemos recibir es la de la vocación que nos impulsa a ser hombres y mujeres nuevos. Dios se acerca para que le gustemos y experimentemos como plenitud gozosa, ofreciéndonos la vida deseada en lo profundo por un corazón hecho a su imagen y semejanza. Por eso, no hay que temer, sino siempre confiar.

Este tiempo de gracia que es la cuaresma, nos ofrece la posibilidad de crecer en el deseo de encuentro con quien quiere volver a recordarte lo que te necesita, naciendo en tu corazón. Por eso, nos preparamos alimentando el deseo de quien ha salido a nuestro encuentro. Cuando nos sentimos sobrepasados por el Señor, cuando ante Él no nos sirven de nada apoyos usados hasta ahora, nos asustamos, tendemos a quedarnos en nosotros. A nosotros nos puede pasar, muchas veces, esto. Dios nos sorprende, nos desborda. Actúa fuera de nuestros esquemas, no responde a lo que yo espero o pienso que debería… Pero, sin embargo, lo que trae es siempre mucho mejor que lo que yo esperaba. Dios transforma, recompone, ilumina, resucita… Esta será nuestra gran alegría. La entrega y la expropiación propia en favor de los demás. La vida la encontramos cuando la entregamos.

Este tiempo me recuerda que: “mis esperanzas” resultan muy cortas en relación a Quien únicamente Es, puede y viene a colmarlas. El tiempo de cuaresma me enseña a saber esperar: siempre a Dios y en Dios y a la manera que él mismo quiera. Cuando se trata de Dios, esperar es confiar en la necesidad que tengo de aquello que viene de Él mismo. Esperar, confiar, disfrutar lo que venga de su parte y agradecer su fidelidad, su cercanía, su maravillosa providencia.

¿Qué espero o a quién espero? ¿Cómo reacciono ante lo inesperado de Dios?

  • “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios.”

Como María, sin embargo, nos descubrimos débiles, nos cuesta asimilar que las grandezas que escuchamos de los labios del Señor sean llevadas a cabo por nosotros ¡Dios se ha vuelto loco! Sin Él, ni podemos hacer nada, ni somos nada, sin llevar a cabo su voluntad en la que encontramos todo lo que necesita nuestra vida, no hay alegría, sin comunicar la alegría por la vida que tenemos, gracias a la presencia, en ella, de quien nos posee, nada tiene sentido. Dios nos ha mirado para que mirando a los demás de la misma manera les engendremos a la vida con mayúsculas. Todo esto, que nos parece exceder nuestra capacidad, es posible porque el Espíritu Santo vendrá permanentemente en nuestra ayuda. Tenemos la misión, junto con toda la Iglesia, de transmitir la alegría de un corazón que quiere crecer en santidad para ser auténticamente lo que somos. En la santidad encontramos la plenitud. Y eso lo va haciendo el Espíritu en la docilidad con el que lo recibimos.

La cuaresma es momento propicio para relanzarnos hacia delante desde la esperanza que renace en la confianza de que es Jesús quien, con su gracia, potencia todo lo que Él ha sembrado en nosotros para ser semillas del Reino. Si Él no nace en nosotros, permanecemos en una dinámica de personalismo y conformismo en la que, siendo cada uno el centro, no caminamos hacia la conversión que hace posible en nosotros la imagen deseada y proyectada por el Señor desde el principio.

¿Cómo planeo aprovechar este tiempo de gracia para hacer posible en mí el deseo de Dios para mi vida?

María es modelo, icono para nuestra vida en todo lo que significa nuestro deseo de entrega a Jesús. De ella aprendemos a preparar el corazón desde lo que le hace capaz para vivir deseando siempre ser esclavos de quien ha cautivado nuestro corazón. En el fondo es vivir, desde María, la alegría de ser de Dios y para los demás, sabiendo permanecer en los momentos de cruz atados a Jesús por la esperanza de su resurrección.

La única manera de que pueda llegar el Señor a mi vida es vaciarme de mí mismo, de las incoherencias que me debilitan. María es absolutamente fiel a lo que se le pide, porque es consistente y no busca en ningún lugar lo que sólo encuentra en Dios. Nuestra vida es en relación a Él y a la misión que nos encomienda. Fidelidad, sencillez, austeridad, humildad se convierten en lo que hace posible que la vida de María tenga la fuerza que tiene. Todas ellas tienen en común que permiten vivir siempre mirando sólo y siempre a quien me hace ser y me da la vida de verdad.

– Contempla a María en su diálogo con el Ángel y déjate llevar por lo que veas.

4.- ORATIO.- ¿Qué le digo al Señor desde la palabra que me ha dirigido?

La oración es, además, diálogo. El Señor ha pronunciado sobre tu vida su palabra. Ella misma ha resonado en tu corazón y te ha movido o provocado diferentes sentimientos, luces, etc. Desde lo que has escuchado, ¿qué le dices al Señor? ¿Qué le respondes? Háblale, comparte, abre el corazón.

5.- CONTEMPLATIO.- 

Es el momento de dejar a Dios ser Dios, de dejarnos mirar por quien, de nuevo, volvemos a descubrir como Aquel que nos ama sin condiciones y en totalidad. La palabra que hemos interiorizado procede de quien, de verdad, quiere hacer de nuestra vida una tierra que mana leche y miel. Déjate mirar por quien te ama, imagina la mirada apasionada del Dios bueno y lleno de ternura que sigue siendo fiel en tu vida y sigue suscitando en ti el deseo de dejarte envolver por los deseos de hacer de ti un seguidor fiel y comprometido de su Hijo. ¡Gusta y experimenta qué bueno es el Señor!

6.- DISCRETIO.-

Pero el encuentro con el Señor siempre apunta a algo nuevo. El paso del Señor por nuestra vida, nunca nos deja indiferentes y nos invita a seguir en ese proceso de conversión constante que tiene como horizonte de llegada, vivir siendo criaturas nuevas desde la forma de ser del Hijo. La acción de Dios en nuestra vida espera respuesta de novedad. Desde lo que el Señor me ha comunicado, ¿qué decisiones debo tomar en el día a día para ser más fiel y más de Dios? ¿Hacia dónde debo seguir apuntando para crecer en el camino que Dios me pide? En mi discernimiento personal, ¿cómo se encaja lo que recibo del Señor?

7.- COLLATIO.-

Dios deja en el corazón de cada uno siempre algo que también a los demás puede suponer una gracia y una riqueza grande. Es el momento de compartir, desde la libertad personal, el fruto de todo lo vivido a lo largo de la oración.

8.- ACTIO.-

¿A qué me invita el Señor después de escuchar su palabra? ¿Qué comportamientos nuevos me invita a seguir construyendo el hombre nuevo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

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