En aquel tiempo, dijo JesĆŗs a los judĆos que habĆan creĆdo en Ćl: Ā«Si os mantenĆ©is en mi palabra serĆ©is de verdad discĆpulos mĆos; conocerĆ©is la verdad y la verdad os harĆ” libresĀ». Le replicaron: Ā«Somos linaje de AbrahĆ”n y nunca hemos sido esclavos de nadie. ĀæCómo dices tĆŗ: serĆ©is libres?! JesĆŗs les contestó: Ā«Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, serĆ©is realmente libres. Ya sĆ© que sois linaje de AbrahĆ”n; sin embargo, tratĆ”is de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacĆ©is lo que habĆ©is oĆdo a vuestro padreĀ». Ellos replicaron: Ā«Nuestro padre es AbrahĆ”nĀ». JesĆŗs les dijo: Ā«Si fuerais hijos de AbrahĆ”n, harĆais lo que hizo AbrahĆ”n. Sin embargo, tratĆ”is de matarme a mĆ, que os he hablado de la verdad que escuchĆ© a Dios, y eso no lo hizo AbrahĆ”n. Vosotros hacĆ©is lo que hace vuestro padreĀ». Replicaron: Ā«Nosotros no somos hijos de prostituta; tenemos un solo padre: DiosĀ». JesĆŗs les contestó: Ā«Si Dios fuera vuestro padre me amarĆais, porque yo salĆ de Dios y aquĆ estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Ćl me envió» (Jn 8, 31-42)
Nos encontramos inmersos ya en la semana de Pasión, semana que anticipa la Semana Santa. Son dĆas en los que ir tomando conciencia de los acontecimientos que se acercan y que nos van a introducir en los dĆas mĆ”s importantes para los cristianos. Este aƱo, sin duda, los viviremos de una manera muy diferente. Es una oportunidad para experimentar la gracia que Dios nos regalarĆ” de una forma distinta. Hoy tendrĆamos que estar en nuestra capilla, celebrando la misa de hermandad, contemplando los pasos montados a falta de las flores. Todo esto lo tenemos muy vivo en lo profundo de nuestro corazón, pero sabemos que esta situación de pandemia nos pide sacar lo mejor de nosotros y vivir nuestro ser cristianos y cofrades poniĆ©ndonos al servicio del que ahora mĆ”s lo necesite, ya sea en nuestra familia, en nuestro vecindario; y, por supuesto, con nuestra oración, pidiendo al Stmo. Cristo de la Misericordia por todos aquellos hermanos de nuestra Hermandad que mĆ”s necesiten de su cercanĆa, de su consuelo, de su misericordia, que acoja a todos aquellos que fallecen y asista y aliente a aquellos que sufren la enfermedad del coronavirus.
Durante toda esta semana, vemos cómo en el evangelio sube el tono en la conversación entre JesĆŗs y los que lo escuchan, especialmente con los fariseos, deseosos de terminar con Ćl. La tensión es mayor por momentos y la lucha es permanente y sostenida entre la fidelidad de JesĆŗs al Dios autĆ©ntico, Buena Noticia para el hombre y Ćŗnico Salvador, y la dureza de corazón o la fe encerrada en lo que da seguridad, anclada en el propio criterio establecido por el hombre y que no implica cambio de parte de quien cree.
La gran oferta de la fe es la libertad del hombre. AsĆ lo vemos hoy en el evangelio. La libertad que es fruto de ser de verdad quienes somos, de vivir para aquello para lo que fuimos creados, la libertad, en definitiva, de ser y sentirnos hijos de un Dios que nos ama. Ser libre es ser para Otro: Dios. La libertad estĆ” en encadenarse a lo que me hace posible encontrar el sentido autĆ©ntico de mi existencia donde y en quien realmente se encuentra, y descubrir en la fidelidad creativa el motor que me ayude a orientar y profundizar, de este modo, en mi existencia. Muchas veces pensamos que ser libres es āir a nuestra bola o a nuestro rolloā, sin necesidad de tener nadie a mi lado que me controle o me corrija. Y esto es una equivocación. El hombre fue creado de la mano de un Dios que nos soñó para ser felices desde el proyecto que Ćl sabĆa que lo harĆa posible. Para eso, estableció la necesidad del diĆ”logo que nos posibilita poder ir descubriendo ese sueƱo particular de cada uno.
Ese diĆ”logo estĆ” envuelto en el amor mĆ”s fiel y conmovedor que no es sino resultado de su pasión por nosotros. DespuĆ©s de asistir a tantos momentos en los que el hombre no ha querido dialogar, porque ha preferido su propia palabra que tanto daƱo le ha hecho, el Padre pronunció la Palabra, a su Hijo Jesucristo, en quien tenemos el Camino y la Verdad, para encontrar la Vida plena. Escuchar a JesĆŗs es ser libres porque es ir descubriendo que su palabra empuja nuestro corazón hacia todo aquello que lo hace feliz. Y cuando la propia vida te pone por delante que lo que haces te hace sentir plenamente feliz, es mĆ”s difĆcil optar por otro camino. La verdad del amor, del servicio, de la entrega sin pedir reconocimiento, de la misericordia, de la fraternidad, de la fidelidad a pesar de las dificultades, hace que el hombre se sienta mucho mĆ”s autĆ©ntico porque, desde ahĆ, se construye lo que realmente es. El hombre tiene en JesĆŗs su manera de ser. En su palabra crecemos en lo que realmente somos, sólo Ćl tiene la palabra que necesitamos para llegar a ser de verdad. La fidelidad, por tanto, es responder desde el amor y desde la acción de gracias a Aquel que no se separa de nosotros, que sale a nuestro encuentro para amarnos y hacernos ver que nuestra vida tiene todo el sentido del mundo. La fidelidad de Dios nos pide a nosotros nuestra propia fidelidad como manera de crecer en el amor y en la apuesta personal por Dios.
Por eso, libertad es encadenarse a lo que nos hace ser en plenitud y procede de quien nos conoce y nos creó para derramar en cada uno de sus hijos todos sus beneficios. Dios es siempre bondad, misericordia, ternura, caridad, piedad.
El que se busca a sĆ mismo es esclavo. Esta es la denuncia que JesĆŗs nos hace hoy. Y podremos decir que somos cristianos, cofrades y lo que queramos, pero puede ser que el criterio de nuestra vida no estĆ© movido por la bĆŗsqueda de lo que Dios quiere para cada uno, sino por el deseo personal de hacer lo que creamos conveniente sin contar con Ćl. Esto nos hace esclavos y como tales, perdemos la libertad de poder experimentar de verdad lo que es una vida vivida desde el amor que te quiere como eres pero que siempre, si tĆŗ le dejas, te sueƱa mejor. ĀæCuĆ”les son mis esclavitudes? ĀæDe verdad me hacen feliz o me dejan un vacĆo que no logro llenar con mĆ”s esclavitudes?
Sólo Dios nos hace ser y JesĆŗs tiene la Palabra. Ćl es la palabra. Nuestra autenticidad estĆ” en ser como Ćl. La fidelidad nos ayudarĆ” a ser fuertes ante lo que venga desde fuera y quiera quitarnos del camino.
En medio de estos dĆas de confinamiento, no dejemos de creer en que el SeƱor sigue estando con nosotros. Que nada nos quite la libertad de sentirnos en cada instante hijos de un Dios que nos acompaƱa, que vela por nosotros y que esto mismo no nos quite la alegrĆa de seguir queriendo poner nuestra vida en sus manos.
Rezo por cada uno de vosotros. Que el SeƱor os bendiga. Un abrazo.
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N.H. Rvdo. Sr. D. Andrés Ybarra Satrústegui
Directo Espiritual